Comprar una casa no garantiza un hogar, pero un hogar si garantiza una casa
Una casa que se convierte en un hogar le da estabilidad a la familia. Aquellos que tienen casa propia tienen mayores probabilidades de adaptarse mejor a las aspiraciones y valores de su país.
Un estudio al respecto lo enuncia de este modo: “El deseo de poseer una casa está profundamente arraigado en la psique del ciudadano. Poseer una casa encarna una promesa de autonomía individual y de bienestar material y espiritual que muchas personas buscan. Además de su importancia funcional y su valor económico, tradicionalmente la propiedad de una casa ha conllevado una cierta categoría social y una posición política. Todavía se cree que promueve el medro económico, la estabilidad, la buena vecindad y otras virtudes individuales y cívicas”.
Comprar una casa es la inversión más grande que hará la mayoría de las familias durante sus vidas. Se trata, en efecto, de un plan de ahorros forzado en esa parte de sus pagos hipotecarios que es retenido como capital de su casa. En tanto el valor de la casa no se erosione, hay un beneficio económico a largo plazo. Como tendencia general, tener una casa es una buena inversión a largo plazo. La propiedad inmobiliaria se ha convertido en un factor crítico en el ascenso económico en tanto el capital de la propiedad sea la mayor fuente de riqueza familiar para la mayoría de los ciudadanos. Para los propietarios, casi el 60 por ciento de su riqueza existe en forma de capital inmobiliario. Para los propietarios pertenecientes a las minorías, el capital inmobiliario es un componente de riqueza aún más importante, ya que representa más de tres cuartas partes de su caudal neto mediano.
Pienso que también es un símbolo reconocido de condición social y una meta importante para muchos guatemaltecos. Puede mejorar nuestro amor propio y nuestra satisfacción con la vida. Poseer una casa es una meta ampliamente compartida y acariciada, y una ilusión y esperanza de la mayoría de los guatemaltecos. Muchos eruditos han razonado que lograr esta meta tiende a aumentar la satisfacción del propietario con la vida. Con frecuencia se arguye que la propiedad de una casa aumenta el sentido de control del propietario sobre su vida y su ambiente, ya que le ofrece mayor privacidad y protección. Una persona se siente más poderosa cuando puede poseer, cambiar y controlar su ambiente, de ser capaz de pintar, cambiar aditamentos y el interior o el exterior de su casa. Su espacio vital sostendrá mejor su estilo de vida y puede aumentar la satisfacción con su casa y su vida. Saber que uno no tendrá que negociar nuevos contratos con todo lo impredecible que ello conlleva, es también parte del control financiero y geográfico que promueve el bienestar. Un propietario controla quién entra en su casa. La condición social y la libertad que trae consigo la propiedad de una casa pueden conducir a niveles más elevados de amor propio y a una creencia en que puede ejercer un mayor control sobre la vida en general.
Psicológicamente, dice Cortés, ya hemos notado que el amor propio de los que poseen una casa es más alto que el de aquellos que no la poseen. Algunos estudios atribuyen esto a tres factores subyacentes: primero, la compra de un hogar lleva a que los demás nos tenga en mayor estima; segundo, como propietarios nos damos cuenta de que nos está yendo mejor; y tercero, nos vemos a nosotros mismos como personas exitosas en alcanzar las metas que nos proponemos, siendo nuestra compra la prueba de la propia competencia. Los propietarios empleados han reportado menos esfuerzo económico, un menor índice de depresión y de abuso de bebidas alcohólicas que los inquilinos. La propiedad contribuye tanto a la salud psicológica, como a la salud física.
Fuente: Prensa Libre